1 de noviembre de 2025

Javier Milei y el fantasma de Max Weber

Javier-Milei

En La política como vocación (1919), el sociólogo alemán Max Weber deja sentadas las bases para reflexionar sobre la compleja relación entre ética y política. El objetivo que persigue en ese texto no es establecer una tajante contraposición entre una ética buena (la “ética de la responsabilidad”) y una ética mala (la “ética de la convicción”), aunque muchos de sus exegetas alientan esa idea.

La ética de la convicción guía a los políticos que creen en la “racionalidad moral del mundo” basados en principios “incuestionables”, que deben ser aplicados por más que todo vuele en mil pedazos: la obsesión por la pureza de sus ideales los hace incapaces de atender las consecuencias de sus actos. La ética de la responsabilidad, en cambio, implica tomar en consideración los efectos de las acciones, que no siempre suelen ser tan buenos como se cree.

En realidad, Weber no deja lugar a dudas sobre el carácter complementario de convicción y responsabilidad. La ética de la responsabilidad implica, entonces, disciplinar la pasión en torno de una causa a través de la mesura y del buen juicio, para calibrar las acciones y sin perder la tranquilidad, pese a las múltiples presiones que surjan.

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