La ternura del padre fortalece la infancia
Cuando hablamos del amor del padre, de los gestos periódicos del varón con los hijos e hijas, la variedad de imágenes se multiplica de acuerdo a las distintas culturas, costumbres y personas.
Muchas veces, todavía, se da por supuesto que el rol de progenitor y protector se completa con la provisión material y una autoridad extra hogareña.
Su ternura -como capacidad concreta de querer y cuidar a las infancias y jóvenes, con paciencia y uso del tiempo disponible para el vínculo adulto-niño- es un elemento considerable en la formación de la persona.
Durante años se subestimó la capacidad masculina de cuidar y criar de los varones, de habitar con las niñas, niños y adolescentes en el vínculo de piel y hueso. Culturalmente, se consideraba que la eficiencia de los varones estaba en sus proyectos, desempeños atléticos y deportivos, en conquistas y competitividad de logros, en la capacidad de ganar dinero en sus profesiones y empleos, en la focalización hacia actividades medibles, en la erudición de materias y ciencias.
Esas actividades donde se mide la eficiencia masculina se destinan a la vida pública, partiendo de modelos masculinos y estereotipos prevalentes, de lo que hace y es un hombre y una mujer.
A partir de la división sexual del trabajo, tradicionalmente, los varones se ocuparon del trabajo fuera del hogar, donde ganar el mayor o único ingreso económico de la pareja y la familia.
La sociedad afortunadamente se abrió a otros modelos más participativos de crianzas. Todavía con muchas falencias, pero cuando los padres cumplen sus tareas de cuidado y crianza, sus hijas e hijos tienen un gran beneficio.
Esta situación genera y fomenta mayor autoestima y tranquilidad en hijos e hijas. Favorece el desarrollo de personalidades más seguras, firmes y cuidadosas.
Por otro lado, propicia una puesta de límites por parte de los adultos con mayor eficiencia, ya que los sucesos diarios, son dialogados entre los adultos progenitores, como equipo.
La ternura es un motor del vínculo de apego efectivo asegurador ante la fragilidad e indefensión de las infancias, empujándolos a conductas agradables y de generosidad.
A nivel social, promedia en menores niveles de agresión y violencia entre los géneros, impulsa un freno interno adquirido a los excesos, que resulta protector al uso de sustancias y adicciones, y beneficia un despliegue en las hijas de intereses variados más allá de los roles tradicionales.
En síntesis, la ternura del padre dará como resultado una sociedad más igualitaria, con menores excesos y consumo de sustancias, mayor autocuidado y menos violencia.
